Ya desde hacía tiempo había revoloteado en mi cabeza la idea de ir a terapia, a finales del año pasado ya me lo habían recomendado también y al ver los progresos de quien me lo estaba recomendando, no dudaba acerca de que me serviría y tampoco dudaba que tenía mucho que trabajar, sin embargo, no me sentía muy segura, sobre todo por la cuestión económica, sin embargo, tan pronto como me fui estabilizando comencé a ahorrar para las terapias, llegué a completar 3 y con el apoyo de mi pareja di el gran paso de concertar la cita, porque tenía muchas cosas que ya no sabía cómo manejar y ¡abrí la caja de pandora!
Bueno, quizá eso de la caja de pandora suena muy fuerte, pero debo decir que sí volví a esos lugares mentales y a esas heridas que dolían, que siempre dolían y que no sabía cómo sanar; sin embargo, lo que ahora fue diferente es que sabía que volvía a esas heridas y que por fin comenzarían a sanar, era tal como cuando lavas una raspada en la rodilla, al principio arde mucho con el agua, con el jabón, con alguna otra sustancia que uses para desinfectar, duele al tallar, duele al tocarla, pero si no lo haces no podrás vendarla y dejar que cicatrice.
Suena simple y complicado, aunque en realidad lo más difícil es decidirse a empezar, porque es más complicado de lo que suena, pero más sencillo de lo que parece ¿me explico? Quizás no, pero en resumidas cuentas me refiero a que cada proceso es diferente, puede ser que para ti las primeras sesiones sean confusas, para otros serán reveladoras, para otros serán calmantes, cada quién lo vive desde su particular experiencia, sin embargo, en todos los casos será un camino hacía la sanación.
Y tal como la experiencia será diferente, elegir un buen terapeuta es básico, lo primero es que te asegures de que sea alguien profesional, lo ideal es iniciar con un psicólogo o psicóloga, sin embargo, puedes ir más allá y averiguar acerca de sus especializaciones por ejemplo si suele tratar más a parejas, a niños, a adolescentes o a personas en general, si tiene experiencia en ansiedad o depresión (de ser el caso), también puedes investigar acerca del abordaje psicológico que ofrece (Gestalt, psicoterapia, cognitivo conductual, etc.) y sobre todo tienes que estar segura de que ofrece la garantía de confidencialidad.
Al comenzar a trabajar con él o ella te debe quedar clara la etapa de diagnóstico que estará haciendo, debes conocer cuánto durará y una vez pasada te debe aclarar cuáles serán los pasos a seguir. Tienes que ser muy sincera al respecto de todo, tienes que sentirte en confianza en todo momento (es importantísimo) y al final de cada sesión debes quedar más tranquila que cuando iniciaste, independientemente de lo que estés trabajando, debes sentirte un poco más en paz.
Yo elegí ir con una tanatóloga, antes de decirte por qué la elegí te comparto la definición de TANATOLOGÍA: la Tanatología es una disciplina científica que se encarga de encontrar el sentido al proceso de la muerte, sus ritos y significado concebido como disciplina profesional, que integra a la persona como un ser biológico, psicológico, social y espiritual para vivir en plenitud y buscar su transcendencia. También se encarga de los duelos derivados de pérdidas significativas que no tengan que ver con la muerte física o enfermos terminales.
Una definición más concreta es considerarla como “el estudio de la vida que incluye a la muerte”. Del origen griego thanatos (muerte) y logos (estudio o tratado); por tanto, el objetivo de la tanatología es proporcionar ayuda profesional al paciente con una enfermedad en etapa terminal y a sus familias, o bien a una persona que esté en viviendo algún tipo de pérdida.
Sin embargo, la tanatología no hace referencia únicamente a la pérdida por muerte, sino a todo aquello que implique un cambio. “La tanatología puede ayudar en cualquier caso de duelo por alguna pérdida o cambio en las diferentes etapas de la vida”.
Esto quiere decir que, la tanatología sí apoya a personas que quizá están cercanas a la muerte o tienen personas importantes en su vida que lo están; sin embargo, también apoya en caso de divorcio, cambio de casa, pérdida del empleo, rompimiento de pareja, jubilación y todo aquello que represente cerrar un ciclo o perder algo.
Para dejarlo más claro, la tanatología ayuda en el proceso de duelo de una persona, por lo que sin importar edad, género, sexo, orientación o cualquier condición, se puede recurrir a la tanatología.
Y como yo soy una persona a quien le cuestan los cambios y la vida son cambios, pues consideré que era ideal para este momento de mi camino.
A final de cuentas el camino de la terapia será un camino que te de todas esas respuestas que no has tenido antes, ¿por qué tengo mala suerte en el amor?, ¿por qué siento que no encajo?, ¿por qué soy la oveja negra de la familia?, ¿por qué tengo insomnio?, ¿por qué no me gusta mi cuerpo?, cualquier situación que te incomode demasiado es una invitación a asistir a terapia.
Sé que a veces la economía no nos permite hacer muchas cosas y en estos tiempos de incertidumbre mundial todo es aún peor, sin embargo, creo que vale la pena invertir en ti, en algo que resultará invaluable, porque tener salud es invaluable.
Me gustaría invitarte a que medites la idea de asistir a terapia, medita la posibilidad e intenta hacerlo posible, comienza a leer acerca de las terapias que existen, investiga a los terapeutas que tienes cerca, averigua el precio de sus consultas y empieza a ahorrar de poco a poco o incluye esa inversión en tu presupuesto, recuerda que todo lo relacionado a la salud es INVERSIÓN, no gasto y quizá sí podamos posponer algunos gastos de tipo: ropa, maquillaje, bebidas alcohólicas, gadgets, etc.
Anímate, escúchate y date la oportunidad de sanar.
Espero pronto pasarte otras herramientas que te ayuden a estar más en paz por si de momento no puedes pagar una terapia, mientras tanto, no eches en saco roto lo de planearlo y hacerlo posible. Mereces una vida plena.
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